Llegaste a despertarme con tu risa,
al tiempo que almorzabas a tu antojo
un súbito picor ¡ay qué sonrojo!
mi pata ya no llega a tal pesquisa.
Dónde está la jocunda y la sumisa
que pasaba los días sin enojo
en mi lomo al resguardo del manojo
mechón que te mecía con la brisa.
No me quieres, lo siento en tu mordisco
¡qué sufrimiento, elevo una plegaria!
Mientras tú gozas, sólo siento el fiasco;
soy perro viejo apenas nada rasco,
haz de mi vida algo menos precaria
dame el bocado grácil y no arisco.
He dicho y sin ofusco:
mala pulga, te has vuelto tan amarga
busca otro can ¡per diez! que ya eres carga.
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