Tú sabes que nunca hay prisa en las miradas de un bolero, lo sabes, ¿verdad? Será por eso que te empeñas en despeinar mi pelo de trigo maduro y ya me hace falta sentir de nuevo tu aliento cosquilleando en mi oído un poco de vértigo.
No, no voy a callarme la boca, sólo tus labios sabrían hacerlo, besarme, digo, callarme.
Empero, ay de mí, si tus dedos en mi espalda, me arden y me obligan, ¿sabrás perdonarme? al roce tímido de la geografía de tus muslos, firme relieve se vuelven mis pechos cuando tu mirada bajas desalmado, y como el que no quiere la cosa dejas caer un beso en mi hombro, y me miras así, como tú miras, desperdigándome con tus ojos travitiernos, como si fueras el último romántico, y mis labios, mis labios se mueren de la sed de los tuyos, y te digo bajito, bésame, amor mío, que se está acabando el bolero.