lunes, 28 de enero de 2013

La tristeza de las algas



















Allá, a lo lejos,
la silenciosa luz de un horizonte amurallado,
y una nube vigía que aglomera en su manto de lluvia el olvido.

Soy la sombra del liquen con estambres de llama,
la lentitud de lágrima salada
que se enrama fértil a un lamento de hoja;
entre mis brazos el mar, sumamente oscuro y mío,
la desolada ola que tirita en las jarcias del destino.

Ninguna posesión me sostiene
y todo tengo, hasta los pies fríos.

No soy mujer poema, -esa es otra, la que puede morir en tus orillas-
Soy bejuco del norte, aunque amanezco al sur,
soy el miedo con trenzas
o azumbre de ventisca leve.
Y hoy, sólo hoy
me rindo a la tristeza de las algas.

*

lunes, 21 de enero de 2013

Detrás de la niebla


















Siempre estás detrás de la niebla,
con ropaje de gorrión
dibujas robledales con los dedos.
Ah, esta lúcida melancolía,
abeja laboriosa
que se hospeda en los panales del lecho.
De tan hermoso,
fugaz el momento,
como luz
noble torneo
pan blanco
quemadura de enero
tibio paño
y antílopes huyendo.


*

martes, 15 de enero de 2013

Desándame






Desándame.
Si pudiera elegir sería madera para el invierno
y nunca cerraría las ventanas de la casa,
sé que me contradigo, soy yo, eso no cambia,
pero puestos a ser, a existirte, amor mío,
deja que un hallazgo indeciso nos anuncie el día,
que tus besos vencidos me desanden.
O acaso, sólo toma mi mano, esa que te ama
y me devuelve inédita la sacudida del gesto que me abruma,
como si fuera, tal vez, un golpe de mar
o una despedida.


*

Miel de lejanías


















Llegas con la memoria del invierno,
ciñes tu bufanda de noche tierna
 de un sutil cortejo llovido de ascetismo
al tiempo adormecido de la espera.
Vienes así, como llega la nieve,
silencioso, mordiendo los sentidos,
 traes miel de lejanías en los labios.
Sonríes, tu madurez rezuma el tiempo sin edad
y dominas como nadie el romanticismo.
Dices, que le has robado sonrisas a la luna
y las estrellas moquean de tristeza.
Hablas con la cadencia que acostumbras
de los besos que no encontraron remanso.
Me abrigo de tu pecho, como un mar delirante,
callada e ilusoria, cegada de ese amor que condensa tristeza,
suenan ráfagas los sueños, su belleza,
el derrame fragante de tu desnudo, su desbandada,
y sorbo de ese aire acicalado de ternura.
Te presentas renovado, es cierto, pero ya no me engañas,
 -no es que sea más sabia, sí más vieja-
Reconozco tu paraguas de domingo, refugio de besos,
y bajo esa gabardina reversible, que tan bien te sienta,
sé que escondes el canto de los mirlos,
(brotan por la solapa néctares de nostalgias).
No te quites nunca la gabardina, que es tarde y hace frío
y desabrocharías el seductor latido
que me apresa libremente a tus poemas.


*