miércoles, 11 de diciembre de 2013

Como un mar te adentras, como un mar

*

Como un mar te adentras, como un mar.

Sucumbir a la emboscada del costado,
donde engarzo abalorios de besos y semillas.
Hay, lo sé, una trémula siega en los mapas del vientre,
y unos celos de piedra o de dulzura
en el silencio de los ojos.

Saberte,
bajo el tibio párpado,
ensueño de hechizo que ciñe el lecho,
y amarte
selva idílica de aromados pétalos.

Como un mar te adentras, como un mar
que linda los umbilicales verbos
que se agotan y reviven como ascua que dormía.

Descubrirte,
en el delirio de la lluvia,
en el escampar de las lenguas
o el quemazón del no aire entre los cuerpos.

Se balancea el amanecer lento,
todo tú, todo mar,
mientras busco la palabra exacta de esta luz callada.

En el lugar de tus ojos se ensanchan los atajos,
aletean las tercas manos de marea,
y un resplandor de pestañas planea amotinarse
al sigilo vertiginoso de las caderas.

Como un mar,
que  hace mohines en la celosía de tu cuello
y se rinde a la brisa de tus labios,
toda yo, mar adentro.

*

Mis mejores deseos para todos y todas en estas Fiestas Navideñas. Cariños y abrazos.
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martes, 5 de noviembre de 2013

Julia Prilutzky Farny. Dile que no me tema, amor, y dile...

 
    















Dile que no me tema, amor, y dile
que estoy a su lado como el aire,
como un cristal de niebla o como el viento
que se aquieta la tarde.
Dile que no me huya, amor, y dile
que no me vuelva a herir, que no me aparte,
que soy el brillo húmedo en sus ojos
y el latido en su sangre.
Dile que no me aleje, amor, y dile
que yo soy el umbral de su morada,
el agua de su sed
y aquel único pan para su hambre,
Dile que no se oculte, amor, y dile
que ya no tengo rostro ni señales
de haber vivido antes de quererme.
De haber vivido, antes.
Dile que no recuerde y dile
que no respire, amor, sin respirarme.



Julia Prilutzky Farny

miércoles, 23 de octubre de 2013

La tarde que te amé

*
Te llamé agua y viniste lloviendo,
y escribimos nuestros nombres en el tiempo.

Se llueve la tarde, te dije,  
y nos amamos en silencio,
como se ama el fuego cotidiano,
tú y yo prendiendo llamas
hasta que nos cubrió la noche
para cruzarnos como un río
y hacer navegables las pisadas.

Te ll-amé agua en la tarde
y las bocas se bebieron los vahos
ignorantes de toda desnudez,
gota y temblor en los tejados,
aguacero en el delta de los muslos.

Nos han calado arrugas en las sienes
temporales de azul y chaparrones,
así llueve la vida cuando se ama,
las cosas pequeñas, lo que duele,
y querer no morirse, no del todo,
o morir así, entre tus brazos.

Te llamé agua aquella tarde,
y hoy te digo ven, lluéveme,
aquieta este diluvio de pasiones.

*

martes, 1 de octubre de 2013

Así era la vida


Durante muchos años durmió en un colchón de lana
que en agosto vareaba,
su almohada era de sueños,
y de su camisón el canesú
donde espantar los miedos.

Así era la vida,
una tina con las sábanas que tendía al verde,
ir a por agua a la fuente,
y los domingos a misa, sin falta.

-Un temblor de casa por el barreno de la mina,
con un mohín de susto se santigua-

Las tres y mi padre baja por la caleya,
el plato caliente, el vino fresco,
las zapatillas y un beso en la puerta.  

El amor era mi madre, de apellido feliz,
y de nombre, sus hijos, nietos y biznieta.

Era la vida ya tranquila,
todo en su sitio, todo limpio,
el delantal nuevo, la mesa llena.
Todo dispuesto para la muerte. 
*

lunes, 9 de septiembre de 2013

Jaroslav Seifert. El tímido susurro de la boca besada














Jaroslav Seifert

El tímido susurro de la boca besada
                      que sonríe: Por un sí,
que hace tiempo no escucho.
                      Ni tampoco me toca.
Sin embargo quisiera encontrar aún palabras
que estén amasadas
                      de miga de pan,
                      o de olor de tilos.
Pero el pan se ha puesto mohoso
                      y el perfume amargo.

Y en torno a mí se arrastran palabras de puntillas
y me ahogan,
                      cuando quiero asirlas.
Matarlas no puedo,
                      y a mí me matan.
¡Y retumban las puertas a golpes de maldiciones!
Si pudiera obligarlas a bailar para mí
se quedarían mudas.
                     Y aún cojearían.

Sin embargo sé muy bien
que el poeta está obligado siempre a decir más
que lo que esconde el rumor de las palabras.
Yeso es la poesía.
De lo contrario con la palanca del verso no podría
hacer saltar el capullo de los melosos goznes
y obligar al escalofrío
                      a que nos recorra la espalda
mientras desnuda la verdad.

Wisława Szymborska. Una del montón























Wisława Szymborska

Soy la que soy.
Casualidad inconcebible
como todas las casualidades.

Otros antepasados
podrían haber sido los míos
y yo habría abandonado
otro nido,
o me habría arrastrado cubierta de escamas
de debajo de algún árbol.

En el vestuario de la naturaleza
hay muchos trajes.
Traje de araña, de gaviota, de ratón de monte.
Cada uno, como hecho a la medida,
se lleva dócilmente
hasta que se hace tiras.

Yo tampoco he elegido,
pero no me quejo.
Pude haber sido alguien
mucho menos individuo.
Parte de un banco de peces, de un hormiguero, de un enjambre,
partícula del paisaje sacudida por el viento.

Alguien mucho menos feliz,
criado para un abrigo de pieles
o para una mesa navideña,
algo que se mueve bajo un cristal de microscopio.

Árbol clavado en la tierra,
al que se aproxima un incendio.

Hierba arrollada
por el correr de incomprensibles sucesos.

Un tipo de mala estrella
que para algunos brilla.

¿Y si despertara miedo en la gente,
o sólo asco,
o sólo compasión?

¿Y si hubiera nacido
no en la tribu debida
y se cerraran ante mí los caminos?

El destino, hasta ahora,
ha sido benévolo conmigo.

Pudo no haberme sido dado
recordar buenos momentos.

Se me pudo haber privado
de la tendencia a comparar.


Pude haber sido yo misma, pero sin que me sorprendiera,
lo que habría significado
ser alguien completamente diferente.


 

miércoles, 7 de agosto de 2013

Arde el aire en la vega vieja














 A Alberto, amigo y poeta chileno.



Arde el aire en la vega vieja,
una yerba cae del bálago sobre su libro,
amarillean las hojas de los maizales,  
mientras veo pasar la tarde descalza de mi misma.

¿Cómo huir de este refugio de memoria?
Me pregunto a sabiendas de la respuesta,
arde el aire, murmuro,
y mi osadía asienta un verso a pie de página.

Hoy, el aire arde y trae rumores:
el mar oculta un verdor desvaído,
el horizonte parece envidiar el sepia
que aboca y se “desboca” entre comillo.

A dos pasos, sólo a dos pasos,
el reverso duerme un sueño de siglos
cuando usted surge oceánico, absoluto en su retiro,
se me ocurre inmenso como una explanada
bailando sirtaki con su camisa blanca
y una copa de Ouzo para el olvido.

No, no se apure, sepa perdonarme,
si de sus versos moldeo un armisticio
o si requiso un pensamiento indebido
ciega de su luz y de su cal en vivo.

A veces, le digo, cuando cierro el libro,
sigo escuchando este glayíu de aldaba
que declina en lo innombrado,
aunque después la verdad espalma cristalina,
usted, tan lingüista y narciso,
yo, toda cardo y autárquica,
otra vez entre comillo,
no, no, no, mejor encierro entre guiones
-cuánto hallo en su voz de ambrosías
o en sus manos de cuenco tibetano-
entonces y sólo entonces
se me torna un poco menos eremita  
y me envuelve
del canto azul con el que usted riega la palabra
dejando fluir arroyos que inundan
esta tarde en la que arde el aire
en la vega vieja.

*

Glayíu, en asturiano: Alarido, grito estridente, quejido. 




lunes, 15 de julio de 2013

*


http://juliogalonso.wordpress.com/poetas/isabel-moncayo/



http://juliogalonso.wordpress.com/


Comparto con gran honor el enlace de la bitácora del poeta y amigo Julio González Alonso, quien ha tenido a bien publicar algunos de mis poemas y dedicado unas preciosas palabras a tan humilde aprendiz de poeta. Agradecida, amigo mío.



jueves, 27 de junio de 2013

Es su beso agua miel para mi boca


Es su beso agua miel para mi boca
manantial que rebosa mi plantel,
lujuria de su lengua por mi piel
-me besa, sabe que me vuelve loca-

Deseo son sus manos si me toca,
al tacto de su roce soy rondel,  
divino escanciador de moscatel,
-me mira y su sonrisa me provoca-

Su vientre junto al mío es la alcairía
y el rocío que nutre mi cairel,
a desboque en sus muslos moriría

para brotar de nuevo en su vergel,
cual maná de deseo estallaría
consumiendo la llama en su alhamel.


*


Un viejo soneto revisado.

Bailando con lobos

A Rafel Calle, por su amistad, por su poesía.


Estallido en la piel del rojo por amor,
disfraza el carnaval de los lobos urgentes
que llaman al evento donde baila el valor;
disfrázate de un lobo de aullidos inocentes.
(Lobos de carnaval, Rafel Calle.)




No sé cómo fue el estallido
tampoco advertí el resplandor,
estaba celando nidos en los laureles
cuando los juncos hollaron con arrestos de río.

Prendió el esqueje con el vértigo
del obstinado argayo que desploma,
certeza crónica hendida en la piel
ociosa por quebrar la albura de los panes.

Ajeno, pero no lejano,
con tus lobos de carnaval llegaste
-abrazo que cae como orpín tierno-
y esa amable tertulia en la mirada
que afloja este torzal de granates
con serones cálidos de amistad
y la palabra bruñendo verdor al maíz caído.

Habremos de vivir alerta
porque siempre están al acecho,
bailando con lobos sigo el camino,
mientras ellos duermen con los ojos abiertos.

*

No hubo sol en mayo


*
A Ramón Ataz


Te presiento más allá con hambre solitaria,
intuyo la sed que embriaga tus arterias.
No hubo sol en mayo para acariciar tu voz,
y aquel rayo quebró el mural de tu mirada
suave, como un soplo de luz
te fuiste,
el resplandor de la luna en silencio
marchitó tu Florencia atardecida,
qué impaciente esa aurora
te aquieta con el frío de los templos
y convoca esta espesura de ausencia.


*

Te echamos de menos, Ramón.

sábado, 11 de mayo de 2013

A Ramón Ataz

A Ramón Ataz, que falleció el pasado 6 de mayo, al poeta admirado y amigo querido. Con todos mis respetos a su familia y amigos . Descansa en paz, nunca te olvidaré.

Un poema suyo, Elegía:


Aún está en mi boca

el sabor a vino rebajado y un ligero gusto a sal.

Mis ojos aún sopesan en tu ausencia

la ingravidez de tu cuerpo concluido.

El último tinte abandona tus cabellos y descubre

la hermosura de tus canas

blanqueciendo ciudades

en tu silente silueta. 


Qué noche interminable

se ha hecho dueña de mis sueños

si yo soy todavía y tú eres nunca

y sin embargo

aún resuenas, aún respiro,

aún esculpes

palabras en el mármol de mi voz

y las exhibes

ante la multitud de memorias sin puertas

que se abrieron para ti mientras viviste.


Ramón Ataz

domingo, 10 de marzo de 2013






http://www.poesiademujeres.com/2013/03/la-tristeza-de-las-algas.html


http://www.poesiademujeres.com/


Comparto el enlace del blog Poesía de Mujeres, donde Ana Muela Sopeña, ha tenido la gentileza de publicar mi poema La tristeza de las algas, os recomiendo que no dejéis de visitarlo pues encontraréis verdaderas joyas poéticas.

Gracias, Ana, por tu grandiosa labor para con la poesía.

Besos.

Isabel

martes, 19 de febrero de 2013

Vengo de pronunciar tu nombre junto al fuego

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Apañé les pallabres pela nueche,  
inda la piel duelme.
Güei xuxurié amor, posóseme la lluz
y enlleneme



A ti, claro, a quién si no.

Vengo de pronunciar tu nombre junto al fuego,
trae la tarde un temblor pequeño:
-Tu pelo alborotado, secretos del sarmiento-
Anida remilgos este frío invierno,
y es que hay tardes de a sorbos y cortinas echadas,
tardes de té y barbecho que imploran ríos de agua.
Vengo de pronunciar tu nombre junto al fuego,
(un azogue tozudo caldea desvalido,
sien y daga y brizna al bies)
Miro el hogar, ciega quimera,
y me pregunto, mientras nieva:
¿Quién le ha puesto alas a esta insolencia
de trino celado con cálamo de malvasías?
Las pavesas contestan, ruidosas se amotinan,
las sombras gesticulan al compás del incienso
y siento que disiento con el tiempo
pedrusco desnudo bogando miedos.
Despunta de nuevo la anochecida,
y yo, crepito, tris tris tristán no estás.
Pronunciando tu nombre junto al fuego
abro tu mejor botella de vino
y me la bebo.

*

lunes, 28 de enero de 2013

La tristeza de las algas



















Allá, a lo lejos,
la silenciosa luz de un horizonte amurallado,
y una nube vigía que aglomera en su manto de lluvia el olvido.

Soy la sombra del liquen con estambres de llama,
la lentitud de lágrima salada
que se enrama fértil a un lamento de hoja;
entre mis brazos el mar, sumamente oscuro y mío,
la desolada ola que tirita en las jarcias del destino.

Ninguna posesión me sostiene
y todo tengo, hasta los pies fríos.

No soy mujer poema, -esa es otra, la que puede morir en tus orillas-
Soy bejuco del norte, aunque amanezco al sur,
soy el miedo con trenzas
o azumbre de ventisca leve.
Y hoy, sólo hoy
me rindo a la tristeza de las algas.

*

lunes, 21 de enero de 2013

Detrás de la niebla


















Siempre estás detrás de la niebla,
con ropaje de gorrión
dibujas robledales con los dedos.
Ah, esta lúcida melancolía,
abeja laboriosa
que se hospeda en los panales del lecho.
De tan hermoso,
fugaz el momento,
como luz
noble torneo
pan blanco
quemadura de enero
tibio paño
y antílopes huyendo.


*

martes, 15 de enero de 2013

Desándame






Desándame.
Si pudiera elegir sería madera para el invierno
y nunca cerraría las ventanas de la casa,
sé que me contradigo, soy yo, eso no cambia,
pero puestos a ser, a existirte, amor mío,
deja que un hallazgo indeciso nos anuncie el día,
que tus besos vencidos me desanden.
O acaso, sólo toma mi mano, esa que te ama
y me devuelve inédita la sacudida del gesto que me abruma,
como si fuera, tal vez, un golpe de mar
o una despedida.


*

Miel de lejanías


















Llegas con la memoria del invierno,
ciñes tu bufanda de noche tierna
 de un sutil cortejo llovido de ascetismo
al tiempo adormecido de la espera.
Vienes así, como llega la nieve,
silencioso, mordiendo los sentidos,
 traes miel de lejanías en los labios.
Sonríes, tu madurez rezuma el tiempo sin edad
y dominas como nadie el romanticismo.
Dices, que le has robado sonrisas a la luna
y las estrellas moquean de tristeza.
Hablas con la cadencia que acostumbras
de los besos que no encontraron remanso.
Me abrigo de tu pecho, como un mar delirante,
callada e ilusoria, cegada de ese amor que condensa tristeza,
suenan ráfagas los sueños, su belleza,
el derrame fragante de tu desnudo, su desbandada,
y sorbo de ese aire acicalado de ternura.
Te presentas renovado, es cierto, pero ya no me engañas,
 -no es que sea más sabia, sí más vieja-
Reconozco tu paraguas de domingo, refugio de besos,
y bajo esa gabardina reversible, que tan bien te sienta,
sé que escondes el canto de los mirlos,
(brotan por la solapa néctares de nostalgias).
No te quites nunca la gabardina, que es tarde y hace frío
y desabrocharías el seductor latido
que me apresa libremente a tus poemas.


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