jueves, 21 de octubre de 2010

Qué hermosa se esconde la tarde






Qué furtiva llega la brisa
y derrama su aroma de romero en mis mejillas.




Del lenguaje de bosque que me enseñan tus manos
traigo un rubor celeste y un suspiro de hoja.
Otoño prendido en tus ojos
-azogue de mi sien-
Un temblor de tilo desnudo se cobija en la tierra.
¡Ah!¿ Dónde el pudor?
si sabe que allí le espera el torrente de su boca.

Qué lentas las horas del musgo,
qué larguísimo brillo de pavesa en los ojos,
qué hermosa se esconde la tarde
cuando los verdiocres revierten en dormidera de cielo.

De ti –esqueje de ternura-

Vuelvo al lenguaje de rama de tu manos,
al caudal de tu boca de río,
a tu abrazo de araucaria
donde respiro
y sueño en tu balanceo.

*