Clandestinos tus ojos roban mis otoños nocturnos y yo, con esta rebelde desnudez…
De mar, amor, eres de amar.
Salgo a buscar el recinto de tu boca, descifro un paraje silencioso, retrato íntimo de un licor que envejece cobrizo, (gran reserva, aromado y complejo) enamorado, y al vuelo atrapo el último incendio del olfato.
Mis labios prisioneros de tus huestes, mueren dulcemente en la tangible sabiduría de tu copa.
Sí ,eres de a-mar, amor, sin condiciones, como se ama al aire, uva que inunda las vertientes, sin límites, los besos suben por los tobillos aguzando el punzante deseo de agotar la noche en el único aroma de tu piel.
Estoy descifrando la quietud de los manantiales, nada se aleja del tacto ni la palabra.
Mientras, las gotas de lluvia -irrepetidas- resbalan por mi isla de agua, te cerco, lábil, y advierto el sigilo que va batiendo mis entrañas.
Tú, mi agua de rosas, mi agua luz, mi agua mansa, raíz de mis dedos en tu pelo, se asombran mis pechos a tu soplo de vilano y cuando hundes tus labios en mi vientre un temblor de muslos coronan los arroyos y los campos se bañan de rosas blancas.
I Tiene un canto de ramas en sus labios. Si le escuchas, todo se detiene en el frunce de su frente. Su pecho abierto encalla en un exilio de ojos, y sus manos, sus manos son baúl lapislázuli sin fondo.
II Cuando llega, fragua en mis cárcavas donde el vuelo de las pavesas arde mi piel para alzarme tempestad que dormía en las paredes.
III Me pregunto, cómo tu voz, cómo tu luz, en qué brevísimo instante he llegado a quererte tanto.
IV Y alargo la mirada cuando el aluvión de tu boca sobre las diminutas flores dan vida a mis te quiero.
Musita el viento un nocturno para tus ojos, las luciérnagas acampan en la pomarada.
-Prende el aire tus pestañas-
No arrecia este olor a lluvia desarbolando la madurez de la manzana que persigue alojarse en tu boca.
Ah, qué agitada viene esta brisa que abre mi ventana y remueve los olores de los prados.
Susurra el arroyo tu nombre, despreocupado, dos tordos se agasajan para heredar la luna, nuevamente tus ojos sonríen entre retamas, y un nido de caricias galopan al corazón cuando de tu boca un soplo de vilanos enredan hechizos en las frondas y en un temblor de fallas retoñan las Caléndulas.