
Te buscaré en la cintura de la tarde,
en el suspiro del eucalipto,
respirándote hasta la aurora
con una algarada de cometas en las manos
por si acaso me esperaras.
Te encontraré, siempre,
con la desnudez en los ojos
-haz de luz que me invade-
a tientas, una caricia murmurará un te quiero,
de las bocas una marea de besos nacerá de repente
y batallarán los sueños de las algas.
Seremos delgada arena
viento que cabalga hacia las crestas de las olas,
seremos tú y yo
y toda luz alargándose en los labios.
*