
Mis queridos amigos y amigas, os comunico que acaba de salir a la venta mi primer libro de poemas: Tempestades de amar.
No tengo palabras para expresar lo ilusionada que estoy con el hecho de tener entre mis manos mis propios versos impresos, pero sí para deciros lo que significa para mí la poesía.
Poética
Cómo se explica el amor, pues igual que la poesía, es, sin explicación. La poesía cambia el uso de la palabra, el sentido, la razón, la acepción. La poesía es la voz del pensamiento, es dar nombre a lo innombrado, es la disquisición, es la mirada y la expresión de la Belleza, es la interpretación de cada cual, es transformar lo personal o las quimeras, es el tiempo sobre el mundo, es lo cotidiano y lo infinito, es la búsqueda, es el sentido y el sentimiento que se refugia en la palabra.
Mi agradecimiento sincero al escritor, poeta y amigo Óscar Bartolomé Poy que ha prologado mi libro, así como a muchos de vosotros que desde el principio me habéis dado esos empujoncitos para hacer de un sueño una realidad.
PRÓLOGO
En un arte y disciplina tan compleja como es la poesía, donde tanto y tan bueno se ha escrito y poco margen queda ya para epatar con el ingenio, la originalidad no siempre es un valor fácil de hallar, puesto que desde que nacemos estamos condicionados por unos patrones de pensamiento que nos abocan, casi sin poder evitarlo, a unos esquemas mentales rígidos y estereotipados. El poeta está obligado, pues, a deconstruir y reinventar el lenguaje ampliando los vastos confines de la imaginación, creando insólitas asociaciones de ideas, buscando nuevos significados para viejos conceptos, fundiéndose en un caleidoscopio de imágenes y colores y desligándose, en definitiva, de cualquier idea preconcebida. En última instancia, sólo los niños, los locos y los poetas –lo que, después de todo, quizá sea decir lo mismo– pueden cortar el cordón umbilical de lo adocenado y discurrir por los cauces poco transitados del neologismo.
Trate de imaginarse el lector por un momento que rompe un espejo y, al intentar recomponer los fragmentos, el espejo ya no es el mismo –tiene grietas y fisuras– y la imagen que le devuelve tampoco es la misma –está borrosa o deformada–. En eso consiste la poesía, en romper espejos para crear nuevas imágenes que distorsionen y fecunden la realidad de fulgurantes visiones –espejismos–, ofreciéndonos una realidad paralela, nunca antes vista, más subjetiva y también más auténtica.
Siguiendo el hilo de este razonamiento, la poesía podría definirse como una búsqueda incesante del estilo, en la que lo más lejos adonde uno puede llegar es a acercarse a su propio ideal. Para encontrarse es necesario perderse, y en poesía perderse significa experimentar con las formas y el contenido saber con certeza hacia dónde te llevarán tus pasos.
Isabel Moncayo Moreno, poeta asturiana –poeta casi a su pesar, porque en su inveterada humildad ni poeta se considera, aunque lo sea y su obra lo certifique–, sabe bien lo que es mirarse en espejos rotos y convexos. En su deixis poética hay un infatigable afán por jugar, a la manera de un alquimista, con las palabras, con la sintaxis, con la retórica y con las metáforas para explorar las infinitas posibilidades del lenguaje y para conjugar su amor en todas las modalidades versales. Desde el caligrama al acróstico, pasando por el calambur o la sinestesia, su pincel se empapa en la inmensa paleta de recursos expresivos que nos presta la feraz lengua española para esbozar un paisaje de un deslumbrante cromatismo donde las palabras reproducen –más aún, mejoran– los colores de la naturaleza. Y todo ello con un estilo propio, reconocible, profundamente sensitivo y dominado por la pasión –pasión por sus padres, por su marido, por su hija y por toda forma de vida, lujuria solazada de savia y tierra– y por un amor unas veces sereno y otras veces turbulento, que en su fiebre delira en el erotismo más sutil.
Podría decir muchas cosas más de la poesía de Isabel, pero para no sucumbir a la tentación del ditirambo, lo mejor es que la lea y se deje mecer por sus tempestades y sus calmas, por
sus mares y a-mares, por su olor a jara y romero.
Disfrute de ella.
Óscar Bartolomé Poy
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Gracias a tod@s, de corazón gracias de esta humilde aprendiz de poeta que ha visto como a veces los sueños se hacen realidad. Gracias.
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