jueves, 4 de junio de 2009

¡Con las ganas que tenía de niña de llevar tacones!




Maldita sea esta llovizna que empapa
esta tarde apurando las últimas gotas de arena.
Llevo el traje para negociar escepticismo,
ahora que sé y puedo conjuntar mis zapatos con el bolso
quisiera despeinarme, y no puedo.
No hay paraguas que tape esta lluvia fina,
cala, como lo hace la cal sedienta.
Lo huidizo de la tinta ya no se sostiene,
agoto a la deriva la razón para no perder la voluntad,
y al dar la vuelta a la esquina ¡Zas!
la baldosa, la puñetera baldosa que salpica.
Cierro el paraguas y dejo que la lluvia me empape.

*

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