jueves, 4 de junio de 2009

Otra vez ayer volvieron tus ojos



Es un grito en desatado silencio
la consternación de la arena del mar,
el instante en aquel horizonte
donde se guardan las pernoctadas miradas.
Duermen los epitafios entre suspiros,

sin culpas.
La hojarasca hoy habita en la luna,
y abril es losa necia que paga sentencia.
Desentendidos de aquella sal
que se exhumó en el tiempo
y que el barlovento

trae y acaricia en la herida abierta.
Ya no hay mirada que condene,

desde las celdas, sólo oscuridad,
y el olvido de las cenizas, sombras.
La desesperación es recordarse en una mirada,

y la muerte tiene el sabor del último beso.
Otra vez ayer volvieron tus ojos.

*

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